Martin Mordechai Buber (1878-1965) constató –como tantos otros filósofos del siglo XX– la importancia de restablecer el diálogo interpersonal para devolver al mundo la humanidad que éste había perdido. Su teoría del diálogo Yo-Tú sigue siendo hoy una de las propuestas más originales para comprender la realidad de la comunicación humana. El encuentro Yo-Tú es de tal manera esencial para el hombre, opinaba Buber, que sólo en él se constituye verdaderamente como persona y deja de ser un mero individuo. Allí es capaz de captar el sentido de las cosas llegando a los secretos más íntimos del ser.
Una aproximación al pensamiento de Martín Buber
Héctor Valle
El hombre deviene en un Yo a través del Tú. Estas pocas palabras condensan la esencia que hace a la persona en contraposición al individuo que solamente ve cosas y pretextos para in en pos de ellos, olvidándose que pese a esa carrera desenfrenada y loca, en verdad la vida no se apresura para llevar a cabo su faena. A esto nosotros lo denominamos la estrategia de la lentitud, es decir el otorgarnos el tiempo necesario para ahondar en lo que entendemos debe ser sopesado y profundizado, al coincidir con Buber en que el hombre libre sólo tiene una resolución, la de marchar hacia su destino.
La alineación
La alienación del hombre se da junto con, o por imperio de, más precisamente, una caducidad de los sentimientos y una carencia, cada vez mayor, de pensamiento crítico. Hay una queda de la responsabilidad que le atañe a cada persona y que no hace más que propiciar una renuncia personal a la libertad, porque asumirla, digámoslo con claridad, implica responsabilizarse y para hacerlo hay que dar cabida a la reflexión, al diálogo interior, al compromiso, a la voz de la conciencia, y a la cordialidad, al buen latir del corazón.
Un seguimiento lineal de este proceso de renuncia, llevará al hombre a su deshumanización y a la constatación de una depresión profunda del individuo.
La cosificación, el mero tener para sentir que se es, así se alcance un nivel importante, nos empobrecerá enormemente, puesto que, recordando a Erich Fromm, podremos tener mucho pero seremos muy poco.
Una mirada a nosotros mismos
La reconciliación con nuestras contradicciones no supone la eliminación de nuestros adversarios externos pero sí modifica nuestra relación con ellos. Para alcanzar la paz nos vemos obligados a realizar un doloroso esfuerzo espiritual.
Sólo entonces dejaremos de considerar que la maldad es algo diabólico y comenzaremos a relacionarnos con ella en términos mucho más humanos. Esto es, a fin de cuentas, el camino de la humildad, camino que nos enseña que el verdadero sendero que conduce a la paz pasa por el reconocimiento de que hasta el más encarnizado de nuestros enemigos no deja, por ello, de ser tan humano como nosotros.
Adversarios y adversidades
Goethe decía que nuestros amigos nos enseñan lo que podemos hacer y nuestros enemigos lo que debemos hacer.
Desde lo psicológico, el proceso de creación de un enemigo parece originarse en una proyección de nuestra sombra sobre aquellas personas que se adecuan a la imagen que tenemos de lo inferior. Y en lo que atañe al ámbito de lo colectivo –nación, raza, religión- el proceso de creación de enemigos adquiere proporciones míticas, dramáticas y, muchas veces, trágicas. El enfrentamiento con nuestros enemigos cumple una función redentora.
El verdadero adversario de nuestro tiempo -el hambre, la pobreza, la destrucción indiscriminada de nuestro habitat- está más allá de toda proyección y sólo podrá resolverse adecuadamente cuando asumamos y seamos los dueños de nuestra sombra colectiva. El precio que debemos pagar por arrojar nuestro ser a la oscuridad es la pérdida del alma. Carl Gustav Jung, solía decir que: “Hemos olvidado ingenuamente que bajo el mundo de la razón descansa otro mundo. Ignoro lo que la humanidad deberá soportar todavía antes de que se atreva a admitirlo.”
Sólo disponemos de una forma de protegernos de la maldad humana representada por la fuerza inconsciente de las masas: desarrollar nuestra conciencia individual. La frontera para enfrentarnos a la sombra se halla en el interior del individuo.
Un paso
Somos de la creencia que debemos dar un paso adelante, firme y resueltamente, en pro de los valores más caros al humanismo.; vivir nuestra propia vida, pero vivirla con sentido, con propiedad, es decir, de cara a la gente, junto con la gente, sin gestos altisonantes sino en el ánimo y en el hacer de un hoy más humano y compartible.
La labor de una persona es la labor de la humanidad, nada está prefijado, todo está por decirse siempre que impere en nuestras mentes, toda vez que reine en nuestros corazones, el espíritu de proceder con rigor y con misericordia. Educar es vivir, vivir es dar sentido a lo que una vez aprendimos.
Enseñemos, pues, a vivir con dignidad y en el amor. Si nuestro hoy es perverso, nosotros no lo seremos, si nuestro hoy nos conmueve nosotros no nos postraremos sino que caminaremos, algo más lentos, algo más dolidos, pero con paz interior al sabernos hacedores de la cuota parte que nos corresponde en el hacer del mundo. La vida siempre sorprende y aunque la posibilidad sea de las más exiguas, igualmente nos compete dar cabida a la misma y eso solamente se hace en el compromiso cotidiano y permanente de una vida en donde la ética y la moral estén en armonía. Podremos equivocarnos pero a la postre venceremos, siempre venceremos. Elijamos nosotros si queremos ser meramente exitosos o queremos ser personas. Optemos por la vida por nuestros hijos, por nuestros hermanos, por nuestra propia e inembargable existencia, porque podrán vender nuestras cosas más nunca nuestro espíritu. Podemos hacerlo, hagámoslo. Demos el paso necesario, marquemos hondamente nuestra huella que al fin y al cabo, el suelo es nuestro como nuestro es el cielo.
De regreso a Buber
En torno a la posmodernidad, dice el teólogo alemán Hans Küng que:
Desde el punto de vista de la cultura, nos movemos hacia una orientación post ideológica. El universo cultural del futuro estará marcado por el pluralismo.
Desde el punto de vista religioso, se prepara un mundo post confesional e interreligioso. Empieza a desarrollarse, a paso lento y penoso, una comunidad multi confesional y ecuménica.
El cambio de paradigma de la modernidad a la posmodernidad supone un fundamental cambio de valores (no necesariamente una desaparición de valores) que conducirá a un robustecimiento de la visión ético-religiosa del mundo:
- de una ciencia amoral a una ciencia éticamente responsable;
- de una tecnocracia dominadora del hombre a una tecnología al servicio de un hombre más humano;
- de una industria de impacto medioambiental a una industria que, de acuerdo con la naturaleza, fomente los auténticos intereses y necesidades del hombre;
- de una democracia jurídico-formal a una democracia viva que garantice la libertad y la justicia.
En este contexto, Küng nos dice lo siguiente respecto de Buber:
La reflexión de Buber sobre el principio dialógico, plasmada en un lenguaje tan abstracto como expresivo, culmina en un punto teológico. Su libro descansa en último término sobre la convicción de que cada relación Yo-Tú remite a un Tú eterno. Este Tú eterno no es conocido por principios teóricos o especulaciones metafísicas, sino por la relación personal con él que el hombre puede encontrar en todas partes, en personas animales, en la naturaleza o en obras de arte.
Una cosa es clara en este sentido para Buber: la revelación acontece en los encuentros personales con el eterno Tú, y no sólo en aquel entonces del Sinaí sino en el aquí y ahora, y siempre en ese momento en el que estoy abierto a recibirla. No es la Biblia un libro muerto, sino un relato vivo de encuentros dialógicos entre el hombre y Dios.
Toda auténtica vida es, pues, para Buber, un encuentro.
Buber nos enseña que la educación debe basarse en la confianza. Confianza esta que se asienta, se da, en una persona singular que solamente puede ser redimida a través del encuentro con el Tú. El comprendió a la educación como a un proceso de vida, de toda la vida, para el cual la meta del educador ha de ser la de motivar al alumno tanto al auto-conocimiento como así también, al auto-perfeccionamiento.
Al terminar estas líneas lo hacemos desde un Yo a un Tú. Desde un amigo para con otro amigo: Franz Rosenzweig para con Martín Buber.
Dice Rosenzweig que: …Lo que debe el hombre es amar a su prójimo como a sí mismo. Como a sí mismo. Tu prójimo es como tú. El hombre no debe renegar de sí. Precisamente aquí, en el mandamiento del amor, su sí-mismo resulta confirmado definitivamente en su puesto. No es que se le ponga ante los ojos el mundo como una mezcolanza infinita y se le diga, señalando con el dedo a toda esa mezcolanza, eso eres tú. Eso eres tú, así que deja de distinguirte de ello y ve a mezclarte tú también en él, a desaparecer y perderte en él. No. Muy al contrario, Del caos infinito del mundo se le pone ante su alma un algo próximo, su prójimo; y de él, y en primer lugar, sólo de él se le dice: él es como tú. Como tú, o sea, no tú. Tú sigues siendo tú, y debes seguir siendo. Pero él no debe quedar para ti siendo un él, o sea meramente un ello para tu tú; sino que él es como tú, como tu tú; un tú como tú; un yo; alma.-
Así culminamos este trabajo, en clave de amistad, que es un principio de vida, como lo fue para Martín Buber, como lo fue para Franz Rosenzweig, como lo es para tantas personas y tantos educadores. Como debe ser, sin más
Avizora
2 comentarios:
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