lunes, 3 de noviembre de 2008

SIN @, por Enrique Suárez Retuerta

Dedicado a los veinte millones de hombres que aún no han asesinado a ninguna mujer en España, pero seguirán siendo sospechosos toda su vida de que puedan hacerlo algún día.

La construcción social del crimen de género en España

Voy a ser políticamente incorrecto, pero racionalmente riguroso; racionalidad y rigor, son dos valores cada día más extraños en nuestra sociedad: la sociedad española actual.

Quiero, en primer lugar, pedir disculpas por la amplitud del artículo (15 hojas), pero la necesidad racional impera y la urgencia del tema así lo requiere. A quien le interese, que lo lea, mi función social concluye con haber denunciado públicamente lo que está ocurriendo.

Hay algunas cosas que se están haciendo muy mal en España en relación con la violencia intergenérica (mal denominada “violencia de género”), que al contrario de procurar la reducción o el amortiguamiento de los problemas que se presentan en las relaciones entre hombres y mujeres, en su convivencia o su contacto, están contribuyendo a incrementar en proporciones geométricas, y de forma “paradójica” este complejo problema de las relaciones humanas que mezcla agresividad, violencia y género, cuestiones habitualmente circunscritas por imperativo social al guión moral de un hombre que asesina a una mujer con la que mantiene o ha mantenido una relación.

Nada se sabe más que las cifras finales: tantos hombres han asesinado a tantas mujeres, nunca se procuran las cifras de hombres asesinados por mujeres, ni de los hombres que suicidan después del asesinato, ni los que asesinan a sus propios hijos, ni se exponen las circunstancias antecedentes, todo para establecer, con el frió resultado final, la construcción de una miserable historia como consecuencia: los hombres matan a las mujeres, luego los hombres son unos asesinos potenciales.

Voy a decirlo con claridad, una vez más, aunque por ello sea condenado al infierno del progresismo para toda mi vida: las políticas de género que se hacen en este país están perjudicando a la sociedad española, a todos los ciudadanos en su conjunto, mujeres y hombres, niños y viejos, autóctonos e inmigrantes, especialmente a los menos favorecidos, a los que tienen como exclusiva fuente de información la proporcionada por el Estado y los altavoces propagandísticos del Gobierno, y lo están haciendo en todos los planos de su vida, en su educación y cultura, en el aprendizaje social y las habilidades de relación, en su modelo de comunicación, incluso, en el concepto de sí mismos. No se puede permitir tanta insolencia, teñida de buenas intenciones.

El mayor crimen está en la propia reconstrucción política del crimen

El primer crimen de género que se comete en nuestro país, al contrario de lo que pueda pensarse, no es el de los hombres contra las mujeres, sino el de los profesionales agrupados alrededor del feminismo (mejor sería denominarlo “hembrismo”) y del gobierno del PSOE, que han hecho del tema del género sexual un crimen contra la razón desde la más endiablada de las sinrazones.

Es cierto que en nuestro país han cambiado algunas cosas en la relación entre las mujeres y los hombres en los últimos años, pero menos de lo que se proclama interesadamente, exactamente igual que en otros países próximos. Pero con la política de “violencia de género” se ha hecho lo mismo que con las políticas sobre la homosexualidad: se ha pasado del reconocimiento de una realidad existente –que hay homosexuales y tienen los mismos derechos que los demás- a la reclusión en el armario del ostracismo de todos los que discrepen del dogma de asimilación homosexual de la sociedad, incluida la Reina Doña Sofía, paradigma de la discreción durante 33 años de reinado, que por contravenir los dogmas del progresismo ha sido severamente criticada y cuestionada, sencillamente por expresar su opinión en libertad. Hay que recordarles a los demócratas, que los monarcas, antes españoles que reyes, no tienen más derechos que los ciudadanos, pero tampoco menos.

Digo, alto y claro, que el primer crimen que se comete en este país en cuestión de género es el de los profesionales irresponsables, que han renunciado al rigor racional y científico por un plato de lentejas, qué utilizan sus profesiones para hacer política feminista, que cobran todos los meses de las instituciones del Estado por deformar la realidad al gusto de los gobernantes. Lo digo, por qué puedo decirlo, pues también soy uno de ellos, pero no he vendido mi alma al diablo de los poderes públicos por asegurarme el pan, cuestión de dignidad, o respeto por lo que represento y hago profesionalmente, pero sobretodo por los seres humanos que veo cada día sufriendo por la estupidez de los políticos, y la miseria de los constructores del género gore de la “violencia de género”.

En el tema del género se observa muy bien como se construye interesadamente una "verdad política" sobre una cuestión determinada, como se crea una “necesidad social”, y de ahí se pasa a un “área de trabajo” para incorporar al mercado laboral exclusivamente a los que comulguen con el dogma establecido por los intereses electorales de un Gobierno, -en este caso el del PSOE, pero podría ser cualquier otro si cambiáramos el tema del género por las creencias, por ejemplo-.

Se abusa del poder del Estado desde el Gobierno, cuando en realidad se anuncia que se está defendiendo un sector marginado, maltratado, y abandonado de la sociedad, en este caso, nada menos que todas las mujeres (más del 50 % de la sociedad, y por supuesto, de los votos en cualquier elección).

Los constructores de escombros

Algún día habrá que estudiar cuanto han influido las políticas de género en la incorporación de las mujeres al mercado laboral, porque hay muchas profesionales en nuestro país que ocupan sus puestos de trabajo en las instituciones del Estado, gracias a la construcción distorsionada de una enorme falacia, me refiero a las que se arremolinan en el ministerio de igualdad “de género”–puesto que de la única cosa que se ocupa es de “la defensa de las mujeres”, cuando la igualdad es un término “mucho más amplio”-, del instituto de la mujer –nunca tantas mujeres vivieron tan bien exclusivamente por criticar la violencia de los hombres, por luchar contra el machismo- o los distintos observatorios sobre el tema, que en cada comunidad se establecen. Aunque en realidad son una minoría muy escasa de españolas, la mayoría de las mujeres tienen otros problemas relacionados con su condición, como compaginar la maternidad con el trabajo, el ser despedidas por quedarse embarazadas, relegadas por tener la menstruación, cobrar menos sueldo que los hombres por hacer lo mismo, y soportar los vetos en determinados trabajos porque la mayoría de los empresarios siguen sin aceptar paridad como criterio de eficacia. Flaco favor les hacen las privilegiadas a las mujeres que compiten en igualdad de condiciones con los hombres, sin apelar al victimismo feminista, que son la inmensa mayoría, y que nunca podrán sentirse representadas por intereses ajenos a los suyos, aún siendo mujeres.

Evidentemente, siendo rigurosos, la primera desigualdad de género que hay en nuestro país, es entre las mujeres que reciben privilegios laborales, económicos, políticos y sociales por ser mujeres, y las que se ganan el pan con el sudor de su frente sin apelar a su condición sexual, simplemente como seres humanos. Es evidente que las primeras oprimen a las últimas imponiendo la desigualdad a sus congéneres para obtener ventajas fundamentadas en un mérito que no es más que una condición común: ser mujer. A las que explotan su condición de mujeres para obtener beneficios de todo tipo, es a las que se refiere este artículo, con mi respeto absoluto para las que nunca se han servido de su condición de mujeres para alcanzar un privilegio. A estas últimas las considero iguales, a las otras, unas aprovechadas sin ápice de vergüenza.

El género es un negocio

La cuestión de la violencia de género se ha convertido en un área social de desarrollo económico para los que participan de las “ventajas” de su existencia: sociólogas, psicólogas, periodistas, médicas, jueces, administrativas, trabajadoras sociales, profesoras, abogadas, sexólogas…, viven bien de la cuestión de género, con el delito que pesará sobre sus conciencias de criminalizar a nuestra sociedad, con las graves agresiones psicológicas y sociales que eso supone para los ciudadanos y las tensiones que suscitan en sus relaciones, especialmente estableciendo el imaginario colectivo de convertir a todos los varones en potenciales criminales y a todas las mujeres en potenciales víctimas, y que recaerá sobre las próximas generaciones como un estigma, obligándoles a crecer en un medio hostil, gracias a la “providencial” intervención intempestiva, por la que quienes mancillan a sus profesiones, reciben todos los meses la nómina correspondiente en su cuenta bancaria, que les permitirá seguir adelante en su singular cruzada: la de vivir a costa del género toda su vida. Además, con la conciencia de que si se apartan del tema, tendrán serias dificultades para encontrar trabajo.

Miles de millones de euros se dedican en nuestro país cada año a la cuestión de la “violencia de género” que en términos metafóricos supone para el Estado, y en consecuencia, para la sociedad, un fiasco económico similar al de las hipotecas “subprime” en los Estados Unidos; si éstas han devaluado el valor del dinero, las políticas de género devalúan y distorsionan las relaciones entre hombres y mujeres. Su impacto en nuestra sociedad, sus consecuencias a largo plazo, todavía están por ver, pero el día que se descubran, nadie será responsable, ya saben ustedes que en el catecismo del actual Gobierno, el dinero público no es de nadie, y nadie lo gasta mal, faltaría más.

La pedagogía del odio que se está incrustando en nuestra sociedad por mor de estas bondadosas petimetres, nos pasará la factura con IVA social dentro de unos años, ¿y a quién se reclamará entonces por los errores cometidos por unas irresponsables advenedizas, y unos gobernantes esperpénticos?. Y les aseguro que lo peor está por llegar, como con la crisis económica que nunca existió.

Ayer, precisamente, unos chicos menores de edad, han asesinado a una niña de 14 años en Ripollet; alguien ha dicho que eso también ha sido un crimen de género. En “Los Desayunos de TVE”, la periodista que guía el programa increpaba esta misma mañana a sus colaboradores para que se echaran las manos a la cabeza, por la “anticipación juvenil” que esto suponía en la criminalidad machista, los colaboradores salieron como pudieron del tema. Por cierto, esta “periodista” es la misma que confundió al poeta asturiano Ramón del Campoamor, con Clara Campoamor, una feminista radical que fue diputada, cuando informaba sobre la entrega de los Premios Príncipe de Asturias en el Teatro Campoamor de Oviedo. Este es un ejemplo singular de la escasa profesionalidad de nuestras periodistas, especialmente los que trabajan en medios públicos, pagados por todos, y que habitualmente entre sus méritos presentan el curriculum ideológico de no independencia.

Evidentemente, las profesionales que se dedican a la propaganda sobre la cuestión de la violencia de género, no desconocen que lo que están haciendo es una barbaridad irracional, un auténtico crimen contra la razón, contra la convivencia, porque están introduciendo con conocimiento y torpeza, un sesgo de violencia en nuestra sociedad, con el agravante añadido de hacerlo a instancias del Estado, que debería velar por los intereses generales, y no por los que sirven exclusivamente al propósito de que sigan viviendo bien las “compañeras” de faenas, en su infinita irresponsabilidad. Y luego se quejarán de la época del concordato entre Iglesia y Estado, y ahora tenemos el concordato entre sectas feministas y Estado, y nadie dice absolutamente nada, se muestran tan discretos como la Papisa Juana.

Viajar mata, quédate en casa y muere de otra forma

La simplicidad morbosa del pensamiento feminista instalado en el Gobierno de Rodríguez Zapatero se merece, por patético, ser denunciado en el Tribunal de Derechos Humanos de La Haya, en la categoría de crímenes contra la humanidad, como un auténtico genocidio cultural y social, y por supuesto, humano, por haber contribuido al incremento de la “violencia de género” en nuestro país, mientras aducía que intentaba resolverlo con sus políticas feministas –habrá sido un “sin querer”-.

Pero vayamos por partes, que diría Jack el destripador, uno de los iconos preferidos por las feministas para atrapar la inocencia de la gente en sus redes, porque el miedo será libre, pero apresa que es un primor.

El fundamento de las elevadas cifras de violencia de género en nuestro país se hace exclusivamente sobre unos datos estadísticos que han sido interpretados con un criterio absolutamente sesgado, acientífico, ausente de rigor, e impresentable, como singular ejemplo, de que bajo el Gobierno de Zapatero, las “verdades sociales” –por no decir socialistas- prevalecen en su interpretación de la realidad sobre las rigurosas y elaboradas “verdades racionales” de las ciencias sociales.

Como las acciones políticas de un Gobierno inepto no pueden fundamentarse en ningún tipo de racionalidad lógica para explicar la realidad, han derivado el criterio a la política de la “verdad social”: si la mayoría de la gente piensa una cosa, es suficiente criterio para considerarlo como certeza. De esta forma de pensar y hacer, se pueden deducir “verdades a la carta” de los intereses de los promotores; por ejemplo, si se deduce que viajar mata, hay que recomendar que la gente no salga de casa, con lo que terminarán disminuyendo los accidentes de tráfico, y si desgraciadamente ocurren, el Gobierno ya había advertido del riesgo, pero si se reducen los accidentes, aunque sea por cualquier otra circunstancia, habrá sido un logro de los políticos en el Gobierno. A este paso, terminaremos haciendo del refranero español un código de justicia. ¡Cuánta incultura y que bien pagada!.

Estamos pagando muy caro el haber confundido la democracia con la razón, y los votos con las reflexiones fundamentadas, y lo vamos a hacer durante muchos años, hasta que se desenmascare toda la animadversión y crispación de la que se ha imbuido nuestra sociedad y nuestra cultura, gracias a la ambición de unos políticos por perpetuarse en el poder.

Ni un estudio riguroso y científico, fundamentado y no sesgado, se ha realizado en nuestro país sobre la “violencia de género”. Pero se han hecho miles que “confirman” las obsesiones del Gobierno, aplaudidos, y pagados por los que subvencionan el negocio del género, que en realidad somos todos los españoles representados por un Gobierno pirata: cojo, manco y tuerto, que dictamina moral y doctrina.

La construcción del imaginario colectivo

España no es un país en el que haya excesiva violencia de género, estadísticamente hay mucha más en algunos países latinos, incluso en algunos nórdicos; en España, lo que hay, es una histeria absoluta e interesada con este tema. Tampoco hay grandes diferencias en las variables implicadas con otros países. Lamentablemente ocurre lo mismo prácticamente que en Francia, Suecia, o Alemania.

Pero esta realidad se oculta, porque si en otros países europeos ocurre lo mismo, ¿por qué en España se dedica un porcentaje mucho mayor del PIB a resolver la cuestión, muchos más miles de millones de euros para atajarlo que en otros países?. Cuando los hechos no explican las cosas, hay que pensar en las intenciones, decía un profesor que tuve.

Hay variables, que en su conjunto, explican mejor que la vesania viril el discreto incremento real de la “violencia de género” –idéntico al de otros países europeos de nuestro entorno-, pero de éstas variables está terminantemente prohibido hablar, supone inmediata acusación de herejía para quien osa contravenir la “verdad oficial” en público; nadie dice, por ejemplo, cual es el nivel cultural de los criminales y las víctimas, los recursos económicos con los que cuentan, la presencia de otras violencias en el hogar –contra los niños, contra los viejos-, o fuera del hogar –contra los conocidos, contra los extraños-, ni refieren las horas que se pasan los implicados viendo “telebasura”, las dificultades laborales que soportan, las ayudas estatales que reciben, el origen (un 40 % de los “casos españoles” provienen en realidad de otros países, con otras culturas), nadie nos dice nada sobre el historial psiquiátrico de los participantes, ni sobre el historial médico, sobre la religión que practican o no practican, sobre la relación con la prostitución, consumo de drogas, o alcoholismo, de los encausados, o sobre los hábitos delictivos, o sobre los vínculos que realmente les mantienen atrapados en su singular relación, nadie nos habla de todas las miserias que rodean todo lo relacionado con la mal denominada “violencia de género”, porque lo único que interesa resaltar es la “verdad oficial”: los hombres se han vuelto locos y están asesinando a las mujeres, y desde el Gobierno vamos a impedirlo, con todos los medios –pero ocultando los auténticos fines-.

También dan pena y vergüenza los profesionales que ocultan esos datos, que los enmascaran y distorsionan, para presentar públicamente los que correlacionan exclusivamente con el mantenimiento de su puesto de trabajo; a pesar de estar perjudicando a la sociedad, que les paga el sueldo cada mes para que insulte su inteligencia, mientras se aprovechan de la inocencia de los ciudadanos vendiendo la necesidad de dotar de más recursos en extinción de incendios, el fuego que ellos mismos inician y mantienen.


La irresponsabilidad de los medios de comunicación


Y qué decir del bombardeo mediático que “somete” a los españoles, la persistencia machacona del mensaje en todos los medios de comunicación, que compiten por ver quién ofrece la versión más descarnada y morbosa de los hechos, quién construye más tétricamente la historia al gusto del que paga por los servicios, de la audiencia insana, -que más insania consume, cuanta más insania le inducen-, o quien arranca la mejor “exclusiva” a los parientes, vecinos, amigos, y testigos, al precio que sea necesario –se llega a pagar a las agredidas defendidas por ello, como la que estuvo implicada en que el Profesor Neira se pasara un par de meses en coma, sin siquiera darle las gracias-, pero todas sus acciones no tienen en cuenta el daño que pueden causar -y que de hecho causan- en nuestra sociedad.

De los “crímenes del corazón” (o “pasionales”), que era como se denominaban los asesinatos violentos de las mujeres por los hombres durante el franquismo y que salían en “El Caso” que leían nuestras abuelas, hemos pasado a los “crímenes digestivos”, porque hay que tener atrofiado el sentido del “gusto” para “disfrutar/sufrir” con estas cosas, para consumir las emociones más genuinas en el dolor ajeno, para “tragarse” y “digerir” las atrocidades que nos cuentan los “profesionales de los medios de comunicación”, que han convertido su trabajo en un cementerio iluminado y festivo, y por qué, en el fondo, realmente “dan de comer” a mucha gente. Por eso son “crímenes digestivos”.

¿Nadie se ha parado a pensar que desde que se habla mucho más y mucho más morbosamente de la “violencia de género” en los medios de comunicación, ésta se ha incrementado considerablemente en nuestro país?. ¿Nadie ha pensado que si se consideran como “normalidad” los crímenes relacionados con la cuestión del género, como “algo frecuente en la realidad”, éstos, posiblemente se acaben incrementando, sin ir más lejos, por el fenómeno psicológico de la profecía autocumplida?. Esto no es desconocido por los profesionales sociales que trabajan en nuestro país en la cuestión de género, porque en todas las licenciaturas se expone: psicología, sociología, derecho, ciencias de la información, profesiones sanitarias, asistenciales, o relacionadas con la educación.

¿Pero acaso vamos a negar a estas alturas el principal paradigma de la publicidad – y de la propaganda- de que todo lo que sale en los medios de comunicación de forma reiterada, masiva, atractiva, y sobrealzada, se acabará consumiendo?. Si hay “una chispa de la vida”, ¿por qué no ha de haber también “una chispa de la muerte”?.

Próxima parada: el tercer mundo

Las Políticas histéricas acaban conduciendo la misma realidad hasta la apariencia que se requiere para su utilización y manipulación. La histeria progresista nos está llevando al retraso cultural, a la ignorancia supina, al “desconocimiento”, al fanatismo, y a la miseria. El progresismo nos arrastra imperativamente hacia la servidumbre y la opresión más sectarias, con sus intoxicaciones interesadas. El progresismo es una forma depurada de tiranía.

La mayoría de los profesionales sociales de este país, están utilizando el tema de la violencia de género como un “vivero” personal, no como una “causa justa” en la que se escudan. Y no están dispuestos a matar a la “gallina de los huevos de oro” -sería un crimen “de género”-.

Al fin y al cabo, ahora disponen de “algo útil” para ganarse la vida muchas psicólogas, sociólogas, y juristas –tan maltratadas profesionalmente hasta ahora por los políticos españoles-, y no van a ser las que den la voz de alarma sobre la barbaridad que está ocurriendo, y esa complicidad con el Gobierno, que les “ofrece trabajo” de forma permanente si “ven sólo lo que tienen que ver”, ha establecido una “perversión laboral” difícil de erradicar en nuestro país.

Por otra parte, con la moral de conveniencia que impera, está bien visto socialmente defender el catecismo progresista, antes que la ajada razón, que no les ha permitido ganarse la vida honestamente, porque realmente han medrado, más y mejor, con la renuncia a la razón, que con su defensa, gracias a los políticos que han gobernado en España. El que paga es el que manda.

El Gobierno no tiene ningún interés en resolver los problemas que ocasiona la “violencia de género”, que utilizan hasta la manipulación, para sustentar sus posiciones ideológicas, y obtener el triunfo en las elecciones. Hasta el presidente Zapatero se ha declarado profundamente feminista. Las mujeres, son un arma poderosa en manos de los gobiernos irresponsables y gobernantes hueros, que no dudan en manipular su condición si con ello obtienen beneficios.

Ciertamente, nunca se había utilizado políticamente tanto a las mujeres en nuestro país como hasta ahora, nunca se las había sometido a un papel tan definido y delimitado, nunca se las había cerrado en un corsé tan apretado y opresivo. Y en realidad, nunca se las había tratado tan encarecidamente como “objetos políticos” – u objetos de “deseo”-. El Gobierno de Zapatero les ha impuesto un “burka” social por imperativo legal, las ha militarizado desde el feminismo como Fidel Castro hace en Cuba, y las está educando en la castración de sus compañeros y en la suya propia, y en la negación de lo masculino como valor de atracción, tal vez inspirado por veleidades lésbicas de alguna artífice poderosa, porque una mujer puede ser maltratada por un hombre, pero solo el inconsciente colectivo sabe lo que puede ser maltratada por otra mujer que reniega de los hombres desde el feminismo.

Un observatorio que sólo observa lo que le conviene

Hay que ver el orgullo que muestran la nueva presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género –antes de Género, exclusivamente- con los resultados obtenidos. Inmaculada Montalbán nos ha informado el 3 de noviembre, que en 2007 se han producido 126.293 denuncias por maltrato ante los “juzgados de violencia sobre la mujer”, pero que este años se ha mostrado la eficacia de las campañas de concienciación y el sistema de justicia penal, porque en el primer semestre de 2008, ya se han contado 84.000 denuncias, sin especificar si alguna ha sido sobre una mujer, por supuesto.

En tres años se han producido 80.000 condenas por malos tratos a hombres, sin aclarar tampoco, si se ha condenado a alguna mujer por presentar denuncias falsas para salir beneficiada en las separaciones, con haciendas, hijos y pensiones, bien negociadas por muchos abogados (incluye abogadas) que utilizan la violencia de género como estrategia ventajista en los procesos de divorcio.
Aunque se menciona que más de un tercio de las denunciantes y los agresores son población de origen inmigrante, no se especifica en ningún momento en el informe que ha presentado, cuantas victimas mortales y cuantos de sus asesinos eran de origen foráneo.

Como se ha dicho, la forma de tratar la información es singular, les dejo un ejemplo extraído de la página de Radio Televisión Española del 3 de noviembre de 2008, en el que determina como Balance Positivo que se hayan producido 80.000 sentencias condenatorias, que cuando se refiere a los juzgados especializados en violencia sobre la mujer (sic), se transforma en 59.376 sentencias penales, frente a 24.267, que sumadas hacen un total de 83.643 sentencias posibles, y las condenatorias suponen un 70,9 %, no un “79 %”, - con lo fácil que es utilizar un calculadora-; tendrían que contarnos también cual ha sido el purgatorio que han tenido que vivir los 24.267 ciudadanos que han resultado absueltos, y que tal vez hayan tenido que ingresar en prisión por una acusación falsa, pero de esto nada se dice, no interesa, cuando se tienen tan claras las cosas, según el dogma establecido, es innecesario saber algo más que lo que se refiere. Vergüenza me da contemplar como se gasta el dinero de los ciudadanos.

Balance positivo

Durante estos tres años de actividad de la Ley de Violencia de género, los juzgados españoles han emitido en torno a 80.000 sentencias condenatorias.

En concreto, los juzgados especializados en violencia sobre la mujer han dictado 59.376 sentencias penales, el 79 por ciento de las cuales han resultado condenatorias frente a un total de 24.267 absoluciones. Estos juzgados específicos han ingresado más de 480.000 procedimientos penales, incluyendo abreviados, diligencias previas o urgentes, sumarios y juicios de faltas desde 2005


Cuando el fin justifica los medios

La castración selectiva de hombres y de mujeres, es una de las políticas más socorridas del Gobierno de Rodríguez Zapatero y Maria Teresa Fernández de la Vega, auspiciada por los que utilizan la “violencia de género” en nuestro país para conseguir sus propósitos electorales, y obteniendo sustento salarial permanente creando “cultura feminista”. Al final, el progresismo también es una forma de castración, porque coacciona y moraliza sobre las relaciones sexuales entre hombres y mujeres, estableciendo los criterios de criminalidad subyacente, hay que ver las sorpresas que nos da la vida.

Como dicen unas amigas lesbianas que tengo: “que jamás se han metido en política, para que la política no pueda meterse en sus vidas”, en esto del género hay mucha “mariconada”. Y de los homosexuales masculinos que conozco, que son unos cuantos, alguno buen amigo, tengo que decir que jamás han buscado reconocimiento público, social, e histérico de su homosexualidad, porque saben que eso es exponer su intimidad en público, y son homosexuales pero no exhibicionistas, y desean para sus vidas el mismo respeto que se tiene con la vida íntima de los heterosexuales. Ellos mismos dicen que a nadie le importa su condición, más que a su pareja. A ver si por ser homosexuales están condenados a convertirse en atracción de feria porque a un Gobierno le interese promoverlos a actores circenses. Por qué, en realidad, solo una minoría muy escasa de homosexuales, los más estridentes, buscan en su histeria el reconocimiento y aplauso del público por el valor demostrado al salir del armario, la inmensa mayoría no hacen de su “anormalidad” –entre otras cosas, porque nunca han dejado de considerarse normales, ni nunca han sido tratados de otra forma- una bandera gay con el arco iris y la huella de carmín de unos labios carnosos estampada en el mástil. A ver si no confundimos las cosas, que no son los mismo los titiriteros de la alegría que los auténticos artistas.

Ser o no ser, esa es la cuestión, como siempre.

“Manca finezza”, amigos y amigas, falta cultura y sobra presunción y soberbia, fanatismo e insidia, en la cuestión del género en nuestro país. Este Gobierno, que se dice progresista, nos está construyendo como sociedad un hermoso ataúd cultural, un mausoleo progresista virtual del tamaño del Valle de los Caídos, a la medida de sus intereses políticos y electorales, y no podemos consentirlo, por eso apelo a la sociedad sana, a los españoles curritos, currantes y currados, que se atrevan a romper las cadenas del género de una puñetera vez y se liberen de tanta falacia fanática e histérica.

Es hora, ya es hora, de exigir respeto a las “autoridades” por los ciudadanos que les han hecho “autoridades”, exigiendo a los torpes políticos (con sus barbaridades) que no se defequen sobre el derecho a la privacidad de nuestras vidas, sobre nuestra condición humana no pública, sobre lo más íntimo y genuino de nuestra existencia, que son las relaciones con los demás en la autenticidad y el afecto, sobre nuestra libertad, y no nos conviertan en los objetos que provienen de la deformación política de sus delirios, de la interesada tortura del consumismo más estéril y vidrioso.

Somos seres humanos con criterio e inteligencia, con principios, valores y creencias que a nadie le importan, no simples objetos de propaganda social en manos de unos advenedizos, no somos “cosas” con las que juegan a su antojo los que detentan el poder.

Y para conseguir erradicar tanta estupidez sólo hay una forma, que los hombres vuelvan a ser masculinos, que las mujeres vuelvan a ser femeninas, y que los homosexuales vuelvan a ser lo que les parezca bien, en absoluta libertad y plenitud, y que no permitamos que nos confundan con engendros indiferenciados al borde permanente de la androginia, que sirvan exclusivamente a la intención que algunos y algunas tienen de perpetuarse en el poder, diciendo que nos salvan de nosotros mismos.

Hasta la Reina Doña Sofía, en su dignidad y rigor, ha tenido que manifestarlo públicamente en una insinuación que hace honor a su exquisita representación de los españoles, aunque haya nacido griega, por cierto, el país que fue su cuna y también de la democracia.

Debemos romper las cadenas que nos han impuesto, o tras la condena al aislamiento intergenérico al que nos están sometiendo, para implantar la incomunicación y la rivalidad permanente en las relaciones entre hombres, mujeres y homosexuales, vendrá, sin duda, la sentencia a muerte de lo que somos los españoles y las españolas, sin @, por supuesto.

Y son las mujeres y los homosexuales que no viven de la política, quienes tienen que dar el primer paso para que todos nos liberemos de tanta estupidez, porque los hombres estamos acusados, sentenciados y condenados de antemano, antes de iniciarse
cualquier juicio ecuánime.

En un país en que, hasta que se demuestre lo contrario, se es culpable por haber nacido varón, poco se puede esperar de la justicia. Y todo esto nos ha ocurrido porque un antepasado nuestro se comió una manzana envenenada que nos ofreció en el Paraíso una serpiente siniestra para impedir que pudiera brotar el amor entre un hombre y una mujer, o entre dos hombres o dos mujeres, qué más nos dará a estas alturas.

Todos los poderes son represivos, en el franquismo se prohibían las relaciones sexuales fuera del matrimonio y a este paso llegarán a reprimirse dentro del matrimonio, cuando en realidad lo que se pretende prohibir es el matrimonio, para que la gente no tenga donde sostenerse más que en las zarpas del Estado administrado por gobiernos sectarios.

Lo dicho, amor, se escribe sin @, y ahora que lo pienso, el signo que representa la arroba tiene una singular forma de ofidio. ¡Qué cosas!.

Toda la vida se han pasado los expertos hablándonos del pecado original, y se les ha olvidado decirnos que lo importante es conocer el origen del pecado –y los autores de su construcción-. Siempre ha sido igual, los pecados existen para que los poderosos obtengan sus privilegios de la represión de los ciudadanos –esa opresión a la que se atreven a llamar “liberación” para vendernos el producto, como si la libertad la concedieran los políticos-.

Y al que ha llegado hasta aquí en su lectura, mi reconocimiento. En estos tiempos es una proeza épica que merece todo el agradecimiento del autor, y de los actores implicados en la obra representada, por supuesto, sin sus barbaridades, estas palabras que les he ofrecido, nunca hubieran resultado posibles.

Si los progresistas nos hubieran hablado de Oscar Wilde en las lecturas recomendables, todo sería diferente, pero que sabrán ellos siquiera quien fue, si eso no les da de comer, y no “mola”. Mira que confundir “de profundis” con “Veinte mil leguas de viaje submarino”, para mostrarnos un mundo repleto de gigantescos pulpos que quieren devorarnos si bajamos la guardia un instante; y no duden que vendrá alguno (o alguna) y me dirá que en realidad no tengo ni idea de lo que he dicho, porque en la tele no dicen lo mismo, al tiempo.

Así nos va la vida a los españoles, que llevamos cinco años en globo, a la deriva por el espacio y el tiempo, y todos callados, esperando a Godot. También es normal que ocurran estas cosas, cuarenta años nos pasamos los españoles esperando a los salvadores, y ya estamos tan salvados como con Franco, y ahora con la memoria histórica, nos van a demostrar lo que “de verdad” ocurrió en la guerra civil, otra vez, pero en esta ocasión al revés. Menos mal que el pueblo jamás se equivoca, dicen.

Enrique Suárez Retuerta

Psicólogo y Sociólogo