sábado, 9 de diciembre de 2006

Régimen Político

I. DEFINICIÓN. Por r. político se entiende el conjunto de las instituciones que regulan la lucha por el poder y el ejercicio del poder y de los valores que animan la vida de tales instituciones.
Las instituciones por un lado constituyen la estructura organizativa del poder político, que selecciona a la clase dirigente y asigna a los diversos individuos comprometidos en la lucha política su papel. Por otro lado las instituciones son normas y procedimientos que garantizan la repetición constante de determinados comportamientos y hacen de tal modo posible el desempeño regular y ordenado de la lucha por el poder y del ejercicio del poder y de las actividades sociales vinculadas a este último

Naturalmente la estructura del régimen, es decir el modo de organización y de selección de la clase dirigente, condiciona el modo de formación de la voluntad política. En consecuencia el empleo de ciertas instituciones, es decir el empleo de determinados medios para la formación de las decisiones políticas condiciona los fines que pueden ser perseguidos: la elección de un régimen implica ya en términos generales la elección de determinados valores. El nexo entre estructura del régimen y valores se entiende, sin embargo, en el sentido de que la elección de un régimen implica de por sí límites a la libertad de acción del gobierno y en consecuencia la elección de una política fundamental, cuyas expresiones históricas pueden ser (y de hecho lo son) sensiblemente contrastantes entre sí, si bien orientadas por los mismos principios generales. Como lo demuestra el ejemplo de Gran Bretaña, la izquierda y la derecha, alternándose regularmente en el poder, imprimen al gobierno cada vez una dirección política compatible no obstante con el mantenimiento del régimen.

II. LA TIPOLOGÍA DE LOS REGÍMENES POLÍTICOS. Hasta una época relativamente reciente se hizo uso de una tipología de los r. políticos heredada de Aristóteles, la cual distinguía la monarquía, o bien el gobierno de uno solo, la aristocracia, o bien el gobierno de pocos, la democracia, o bien el gobierno de todos. A cada una de estas formas puras, según Aristóteles, corresponde una forma corrupta: la tiranía, la oligarquía, la demagogia. En las formas puras el gobierno es administrado en interés general, en las corruptas en interés de quien detenta el poder. El criterio sobre el que se funda esta clasificación (el número de los gobernantes) es totalmente inadecuado para captar en su esencia la variedad de los r. políticos. Aun cuando la investigación de Aristóteles está dirigida constantemente a destacar las condiciones reales de las que dependen las diferencias entre los diversos regímenes y aun cuando los resultados de tal investigación contienen a menudo intuiciones en última instancia de carácter sociológico, el criterio sobre el que se funda su clasificación de las formas de gobierno no tiene en cuenta el hecho, demostrado por la teoría de la clase política, de que el gobierno siempre es detentado por pocos. En efecto, en el régimen monárquico y en el tiránico nunca es una persona sola quien detenta el poder, sino un grupo. Así, en el régimen democrático que tenga dimensiones más amplias que las de la ciudad-estado, no es el pueblo quien gobierna sino sus representantes.
Montesquieu se aleja de la clasificación tradicional porque funda la distinción entre república, monarquía y despotismo no únicamente en un criterio numérico, sino en la combinación de dos criterios que él define como "naturaleza" y "principio" del gobierno. La naturaleza del gobierno depende del número de detentadores del poder (en la república todo el pueblo o una parte de él detenta el poder, en la monarquía y en el despotismo el poder está en manos de uno solo) y del modo de ejercicio del poder (en la monarquía el soberano gobierna sobre la base de leyes fijas y estables, en el despotismo gobierna sin leyes y sin reglas). El principio del gobierno es la actitud que anima al pueblo en su existencia concreta. La república se funda en la virtud, la monarquía en el honor, el despotismo en el miedo. De este modo Montesquieu trata de identificar el nexo que subsiste entre los diversos r. políticos y su base social. Justamente a través del camino indicado por Montesquieu, es decir del estudio de las condiciones en las que se desarrolla la vida política, es posible llegar a elaborar una tipología de los r. políticos con base en factores que influyen de manera decisiva sobre su estructura y funcionamiento.
El enfoque sociológico ha contribuido, en efecto, a fundar sobre una base científica más sólida la clasificación de los r. políticos que durante mucho tiempo extrajo sus criterios principalmente de los aspectos formales de las instituciones políticas. El límite fundamental de la clasificación aristotélica y de sus variantes todavía hoy difundidas consiste en basar la distinción entre las diversas formas que la lucha por el poder asume sobre la estructura del régimen y no viceversa. En realidad la estructura del régimen no representa un dato último según el cual sea posible explicar el proceso político. El criterio pertinente que permite destacar los caracteres esenciales de los r. políticos e indicar sus tipos fundamentales está representado por la forma de la lucha política. Las diferencias entre los diversos tipos de régimen son imputadas en consecuencia a los diversos modos de conquistar y de mantener el poder, los cuales dependen de las condiciones sociales y políticas de la lucha por el poder. Los cambios en la forma del régimen derivan por lo tanto de un cambio producido en las condiciones internas e internacionales de la lucha política.

III. EL CRITERIO DEL MATERIALISMO HISTÓRICO. El materialismo histórico, en la medida en que explica el nexo de condicionamiento que liga la superestructura política a la estructura social ofrece el criterio más general de clasificación de los r. políticos, cuyos tipos fundamentales corresponden a las diversas fases de la evolución del modo de producción. Si examinamos las relaciones que subsisten entre sociedad civil y estado o, más en particular, entre un régimen y su base social, parece indudable que entre los dos factores subsiste una relación de condicionamiento recíproco. Sin embargo, sobre la base del materialismo histórico pareciera poder afirmarse que el dato social representado por la evolución del modo de producción constituye la variable independiente, aun cuando, como veremos, el dato político representado por el estado está dotado de una relativa autonomía.
Examinemos ahora los tipos fundamentales de r. político que pueden identificarse según este criterio de análisis. Mientas que en la comunidad primitiva, donde el individuo no estaba aún constituido como entidad autónoma, la propia comunidad se presentaba como la primera fuerza productiva, el modo de producción antiguo, sobre esta base, transformó a los esclavos en medios de producción e hizo de la relación patrón-esclavo la relación social dominante. En esta fase de desarrollo del modo de producción se consolidaron las desigualdades sociales y se formaron contradicciones tan profundas en el seno de la sociedad que esta última, para mantenerse, debió producir una organización, dotada de una relativa autonomía, con la tarea específica de regular los conflictos sociales. Así nació una primera forma embrionaria de estado. Las relaciones entre los hombres formaban una trama dentro de los restringidos confines del proceso de reproducción de la vida, es decir de la ciudad-estado. Y también allí donde se alcanzaron elevadas formas de convivencia política, como en Atenas, la democracia permaneció limitada al sutil estrato de los hombres libres, los cuales, gracias al trabajo de los esclavos, podían ocuparse directamente y con asiduidad de la cosa pública.
Para explicar la particularidad del desarrollo histórico de las instituciones de China, India y Egipto respecto de las de Occidente Marx introdujo la categoría del modo de producción asiático, cuyas células básicas eran comunidades de aldeas autosuficientes, que se basaban en una estructura productiva mixta de carácter agrícola y artesanal. La propiedad privada del suelo no logró afirmarse. El gobierno central se apropiaba de gran parte del producto excedente y, como contrapartida, proveía a la defensa de las comunidades y a la realización de imponentes obras públicas (vías de comunicación y sobre todo sistemas de irrigación indispensables para el cultivo de la tierra), tareas que sólo un fuerte aparato burocrático estatal podía asumir. Todas estas características explicarían la tradicional inmovilidad de las sociedades orientales, cuyo aspecto fundamental era la subordinación de la masa de los súbditos al poder central. De aquí el nombre de despotismo oriental con el cual es definido el r. político que corresponde al modo de producción asiático.
En el modo de producción feudal, como en los dos tipos precedentes, domina el cultivo de la tierra, a la cual sin embargo están encadenados los siervos de la gleba. El papel de clase dominante de la nobleza, se basa en la propiedad inmobiliaria. En la ciudad, donde se desarrolla el artesanado y el comercio, se forman las corporaciones, cuya organización análoga a la existente en el campo, se funda en la división entre maestros, mozos y aprendices. Las instituciones políticas correspondientes a esta estructura social fueron las monarquías feudales, los señoríos y las comunas libres.
Por fin la producción capitalista abrió el camino a la revolución industrial, la cual sustituyendo progresivamente las manufacturas por las fábricas, hizo emerger a la clase obrera. Aparece así por primera vez el trabajador libre como figura social dominante, a quien corresponde el trabajo asalariado como relación social dominante. En estas condiciones se hace posible la democracia representativa. Este tipo de régimen no puede funcionar y mantenerse en una sociedad (cuya base humana y territorial sea más amplia que la de la ciudad-estado) sin un cierto grado de industrialización, es decir sin condiciones sociales que hagan posible la participación política. El desarrollo de la revolución industrial, liberando al individuo del dominio de las instituciones tradicionales (los monarcas, la nobleza feudal, las iglesias...) que tendían a aislarlo del resto de la sociedad, transformó profundamente las relaciones políticas y sociales. La democracia representativa nación cuando, primero la burguesía, luego todo el pueblo, tomaron conciencia de ser los protagonistas del desarrollo social y pretendieron influir en él, participando en el control del poder.
Sin embargo, la democracia representativa no fue en todas partes el régimen que acompañó al desarrollo industrial. Uno de los resultados históricos más relevante de los regímenes fascistas, por ejemplo, fue el de barrer con los residuos feudales que impedían a la industrialización y a sus consecuencias políticas afirmarse plenamente. Por otra parte, el socialismo en la versión rusa o china parece ser el r. político más apto para ejecutar la industrialización rápida y forzada de un país atrasado. La participación política, que en ambos regímenes, cada uno por caminos diversos y con fines diferentes, es obtenida predominantemente mediante la movilización desde arriba, parece constituir sin embargo la base para el desarrollo de formas de organización política más democráticas.

IV. EL CRITERIO DE LA RAZÓN DE ESTADO. Pero el estudio de la estructura social, o mejor dicho del modo de producción que caracteriza a una determinada sociedad, no agota el conjunto de los factores que ejercen una influencia inmediata sobre el funcionamiento real de los r. políticos y que concurren en consecuencia a explicar su estructura. La fisonomía que asumen las organizaciones estatales particulares depende también del sistema de los estados, es decir del orden de las relaciones internacionales de poder, que constituye el sector donde se manifiesta con máximo relieve el carácter relativamente autónomo de la vida política respecto de la evolución del modo de producción.
En general la anarquía internacional y el consecuente peligro de guerra constante, al cual están expuestos todos los estados, tiende a determinar la formación de estructuras políticas autoritarias, las más eficaces para afrontar la lucha con los otros estados. Pero como los diversos estados no están expuestos del mismo modo a la presión que las relaciones internacionales de poder imprimen a la forma del régimen, la diferencia entre regímenes cuya base social ha alcanzado el mismo estadio de desarrollo del modo de producción no puede ser explicada sino recurriendo al diverso papel que el estado desempeña en el sistema político internacional. Los teóricos de la razón de estado, por ejemplo, explican el florecimiento de las libertades políticas y del autogobierno local en Gran Bretaña y en Estados Unidos por la insularidad de estos estados y el autoritarismo, el militarismo y la centralización que se desarrollaron, aunque en diversos grados, en Alemania, en Francia y en Italia por la posición continental de estos estados. El estado continental, a causa de sus confines terrestres, estaba mucho más expuesto a los peligros de invasión que el insular, y por lo tanto fue obligado a crear enormes ejércitos permanentes y un régimen centralizado y autoritario capaz de realizar una rápida movilización de todos los recursos de la sociedad. El estado insular, en cambio, protegido por el mar, pudo asegurar su defensa simplemente recurriendo a la flota y pudo darse un régimen que dejaba abierto un gran espacio a las libertades individuales y a las autonomías locales.
En este punto es preciso agregar una consideración ulterior a propósito de los partidos. En el estado modernos, que se funda en la participación política de todos los ciudadanos, la sede efectiva del poder es el sistema de los partidos o el partido único, influidos por el despliegue de las fuerzas sociales y con el consenso del pueblo. La conducta de los partidos, como la de los estados, sigue la ley de la búsqueda de la seguridad y de la fuerza de su poder. La configuración del r. político dependerá por lo tanto del orden que asuman las relaciones entre partidos, es decir del sistema de los partidos. Por este motivo los esquemas de análisis elaborados por la teoría de la razón de estado fueron extendidos, más o menos conscientemente, a la interpretación de la conducta de los partidos. Duverger, por ejemplo, subrayó que, para los fines de la clasificación de los r. políticos, el tipo de sistema de los partidos tiene mucha más importancia que la fórmula jurídico-constitucional con la que a menudo son definidos. Uno de los resultados más importantes a los que llegó este tipo de análisis fue el descubrimiento de una profunda semejanza del régimen presidencial de Estados Unidos y del parlamentario de Gran Bretaña. El bipartidismo británico permite, en efecto, la elección directa del jefe de gobierno. En cambio en los regímenes parlamentarios de sistema pluripartidista de la parte occidental del continente europeo, el jefe del gobierno es designado por los partidos que se ponen de acuerdo al formar la coalición de gobierno.
V. CONCLUSIONES. El materialismo histórico y la razón de estado constituyen indudablemente los más importantes modelos explicativos del proceso político y ofrecen en consecuencia criterios válidos para tipificar los r. políticos. Los dos modelos son considerados a menudo incompatibles, como las corrientes político-culturales que los produjeron. Sin embargo pocas consideraciones son suficientes para demostrar, que si tomados aisladamente no logran explicar un vasto campo de variabilidad, considerados como complementarios permiten explicar correlaciones de otra manera inexplicables.
El materialismo histórico, por ejemplo, explica la relación que existe entre la industrialización y el nacimiento de los modernos estados burocráticos de dimensiones nacionales. Pero la diferencia entre la estructura rígida y centralizada de los estados del continente europeo y la elástica y descentralizada de Gran Bretaña, no puede ser explicada según una diversa estructura del sistema productivo. Lo que explica tal diferencia es un factor político (el distinto papel desempeñado por las potencias continentales respecto de la insular en el sistema de los estado, derivado del hecho de que las primeras estaban más expuestas que la segunda al peligro de agresiones) que no tiene una relación directa con la estructura del sistema productivo.
Este ejemplo parece indicar una fecunda hipótesis de trabajo para llegar a formular una tipología satisfactoria de los r. políticos. Tal hipótesis se funda en la complementariedad de los modelos del materialismo histórico y de la razón de estado, entendidos como partes de una teoría unitaria del proceso histórico. El materialismo histórico debería ser concebido como un modelo general capaz de explicar la relación existente entre una determinada fase de la evolución del modo de producción y la estructura del r. político solamente dentro de los límites de variación relevantes en el modo de producción, mientras que el campo de variabilidad no definido por el materialismo histórico sería cubierto por la teoría de la razón de estado entendida como teoría que se funda en el principio de la autonomía relativa del poder político respecto de la evolución del modo de producción

Referencia: BOBBIO, Norberto; MATTEUCCI, Nicola y PASQUINO, Gianfranco: Diccionario de Política. Editorial Siglo Veintiuno Editores. Décima edición en español. México. 1997.

Lucio Levi (Ciudad Política)