jueves, 24 de abril de 2008

Entrevista a André Glucksmann

“No es a Sarkozy a quien admiro, es al elector capaz de votar a alguien que no sea de origen francés”

André Glucksmann, filósofo, intelectual, provocador. El último sobresalto lo provocó al anunciar su voto por Sarkozy tras ser un adolescente comunista, promover la desmarxización de la intelectualidad francesa y anunciar que el Mayo del 68 había muerto. Acaba de publicar el relato autobiográfico “Una rabieta infantil”, donde explica su trayectoria



"Tienes que votar al candidato que es más de izquierdas ¡aunque él lo ignore! Quiero que cada ciudadano decida qué es la izquierda, no los aparatos"
Aparece con aspecto sombrío aunque la “politesse” le sube desde los tejanos hasta el pelo Warhol (“antes tenía mucho más, pero al menos es mío”). Sigue jugando a desconcertar. Su biografía, “Una rabieta infantil” (Taurus), da algunas claves. Bautizado Edgar André en honor de un comunista que los nazis decapitaron, de los tres a los siete años tiene dos primeros apellidos “Rivière y Glucksmann” Y dos identidades. Vivir en la Francia ocupada exige esas cosas. La adaptación será una constante en su vida: ocupación, liberación, revolución, disidencia.

De familia emigrada, austriaca, judía y resistente, consigue zafarse gracias a la valentía de su madre, que evita que él y sus dos hermanos, a punto de subir a un “tren de la muerte”, acaben siendo víctimas del exterminio nazi. Cuando André cumple diez años, ella le deja escoger: “¿Quieres venir conmigo a Viena o quedarte en Francia?”. Escoge Francia. “Lo que a muchos les puede parecer una atrocidad de pregunta, a mí me resulta un acto de amor, el respeto total a mi libertad, y lo recuerdo con ternura”. A ella le dedica Glucksmann (“hombre fortuna” en alemán) su libro.

El apóstol del Mayo del 68 se ha pasado la vida tirando naipes. Se hizo comunista a los 13 años, se convirtió al marxismo para luego protagonizar la desmarxización de la inteligencia francesa (“ciertos odios rancios todavía dan fe de ellos”), practicó el anticomunismo primario (“aunque nunca conocí la angustia de traicionar a la clase obrera”) y, a pesar de todo, sigue diciendo que se siente de izquierdas. Tras gritar que el Mayo del 68 ha muerto, para muchos de sus huérfanos la última “boutade” de Glucksmann ha sido dar su voto a Sarkozy.

¿Qué dará Sarkozy a Francia?

Pues no lo sé. Yo siempre he sentido desconfianza de los políticos. Pero lo que nos ha propuesto puede ser interesante. ¿Que cumplir á sus promesas? Evidentemente, protestaré si no las cumple. Ni a Mitterrand ni a Chirac los derechos humanos les importaban para nada. Trabajaban con déspotas en África, en Asia, en Europa. Sarkozy dice que debemos enarbolar la bandera de los derechos humanos. Somos el único país del mundo que en campaña electoral ha hablado de las masacres más terribles, Chechenia, Darfur. Después de los intelectuales, Sarkozy ha sido el primer político que lo ha planteado.

Entonces habrá que darle los cien días de confianza…

Incluso desconfío de los cien días. Los cien días de Napoleón acabaron en Waterloo.

¿Le duele que algunos de sus amigos (o ex amigos, no sé) como Henry-Levy, estén en desacuerdo con su apoyo a Sarkozy?

¡Gracias a Dios! ¡No al monolitismo! Pero los dos estamos de acuerdo con lo de Chechenia y Darfur. Pensamos que la lucha contra los totalitarismos está por encima de izquierdas y derechas. Sartre y Aron se reconcilian después de 25 años de injurias al luchar por los derechos humanos; el muro de Berlín, en las mentes, cayó en París 15 años antes de que cayera materialmente. Pero ni Henry-Levy me dice que yo soy un perro ni yo a él. Era Sastre quien decía que un anticomunista era un perro.

¿Es crimen el silencio?

A un escritor austriaco le preguntaron: “¿Cree que todos los alemanes eran nazis?“ Él respondió: “No. Sin embargo, todos los europeos, en conjunto, han sido culpables del crimen de la indiferencia. El “crimen de la indiferencia” lo encuentro en todas partes. Ha habido tres genocidios en el siglo XX y hemos dejado que se produjesen.

Dos “cegueras mundiales”: quienes creen que el mundo marcha bien y quienes creen que ya no tiene solución. ¿Cuál es peor?

El optimista es el que se creyó que con la caída del muro de Berlín se acababan las grandes batallas. Voltaire te dice primero “vivimos en el mejor de los mundos posibles”, y después “el mundo va mal”. Es maniqueo. Y el pesimista es el que cree que la desaparición de la capa de ozono es nuestro destino trágico. No digo que no haga faltar luchar para salvar los árboles, pero los ecologistas catastrofistas deben darse cuenta de que en la naturaleza también hay .humanos. y que son masacrados.

Supongamos que yo he creído siempre que soy de izquierdas, supongamos que no quiero renunciar a sus principios generales, pero tampoco caer en su sectarismo… ¿Hacia dónde voy?

Venga conmigo.

¿Y dónde está usted?

Tienes que votar al candidato que es más de izquierdas ¡aunque él lo ignore! ¿Qué es la izquierda? Quiero que cada ciudadano decida lo que es la izquierda. Pero no los aparatos. Que ser hombre o mujer de izquierdas sólo consista en votar por una lista me parece una locura, desde hace mucho tiempo. ya iba al instituto.

En Francia había dos grandes partidos de izquierdas.

Por lo tanto yo pensaba ingenuamente que ser de izquierdas era estar de acuerdo con cualquiera de ellos. Pero había un problema. El socialista mandaba a 500.000 soldados franceses a Argelia, y el comunista aprobaba los tanques en Budapest que disparaban contra los pobres civiles. Entonces pensé: ¿son ellos los que tienen que decidir lo que es la izquierda? Yo era anticolonialista. Alguien dice hoy que el modelo francés no funciona y son responsables izquierdas y derechas. Ése es Sarkozy.

¿Y Ségolène?

Es la que dice: “El paro perdura desde hace cinco años debido a la mayoría de derechas”. No digo que Sarkozy logre resolver el conflicto, pero lo pone sobre la mesa. ¡El destino de los más humildes debería ser prioridad de la izquierda! ¡Al menos, por eso me hice yo de izquierdas!

Dice usted que la filosofía no es de izquierdas ni derechas, que es francés por voluntad y filósofo porque así le empezaron a llamar .

Hay más cosas entre el cielo y la tierra, y también en los infiernos, de lo que puedan soñar la izquierda y la derecha, ya lo avanzó Shakespeare.

¿Se siente ideólogo, filósofo o intelectual?

Intelectual no sé lo que es. Probablemente es una persona que escribe o que habla. Un profesor ¿es intelectual? ¡Pero si los profesores critican a los intelectuales y éstos dicen que su colega no es un verdadero intelectual sino un imbécil! Rousseau y Voltaire se denunciaban recíprocamente ante la policía. La relación entre escritores siempre ha sido la jungla.

Sólo nos quedan el ideólogo y el filósofo.

Diferencia extremadamente difícil. A menudo, el uno es el otro. Yo diría que el ideólogo propone soluciones globales y el filosofo tiene por profesión (como el escritor) hacer visibles las cosas que no se quieren ver. Hacer pensar lo impensable. La filosofía, al menos la mía, consiste en enfrentarme a la realidad más brutal: el telediario vespertino. Y una experiencia encarnada en tu madre te permite pensar mejor sobre la realidad del siglo que cualquier tratado abstracto de filosofía.

Quiso hacer la entrevista de pie. Ahora el traductor dice que Glucksmann se siente cómodo, que podemos sentarnos. Respiro. Se quita la corbata después de hacerse la foto, la dobla con los dedos de una sola mano y la mete en el bolsillo.

Le pregunto si siente que ha sido más cobarde que su madre.

La valentía es circunstancial. Lanzar una piedra contra el consenso de intelectuales o políticos, en democracia, sólo exige un poquito de audacia. Pero no es la valentía ante la muerte. Las decisiones que tomó mi madre muchos intelectuales no hubieran sido capaces de tomarlas. He conocido a mujeres en Argelia, durante el peor periodo del integrismo islámico, periodistas, profesoras de matemáticas, condenadas a muerte, que no abandonaban la ciudad. Honestidad, sencillamente. Igual que mi madre, igual que las mujeres chechenias que se manifiestan ante los tanques rusos. O las profesoras de Teherán que a pesar de la represión continúan impartiendo seminarios, no sobre temas políticos, sino sobre la gran literatura occidental. Les leen “Lolita”. Eso es precioso... El siglo XX ha sido un gran punto de inflexión: las mujeres han sido tomadas como diana. Antes, la guerra era cosa de guerreros. Pero en Ruanda abrieron mujeres en canal, de los genitales a la cabeza…

"Cada uno de mis compromisos imbéciles, cada uno de mis errores, ha sido una traición para personas que luego han muerto por ideología"
Insiste en que su infancia fue una serie de maletas que se abrían y se cerraban, “no había un hogar, había domicilios”. ¿De ahí su desarraigo?


Por suerte, en estas maletas mi madre siempre metía las sinfonías de Beethoven y las obras de Zweig. Siempre había algo permanente. Yo estoy contentísimo de haber sido un desarraigado.

El hombre, por naturaleza, es bueno para Rousseau, malo para Hobbes, apasionado para Diderot y salvaje para Voltaire. ¿En quién se reconoce?

Desde siempre la violencia es fundamental en el ser humano. Aprende a comer carne a la brasa, pero inventa el fuego para incendiar a su vecino. Nunca seré tan optimista como Rousseau, pero creo en la voluntad civilizadora, la educación.

¿Siente que ha traicionado a alguien?

Claro que sí. Cada uno de mis compromisos imbéciles, cada uno de mis errores, ha sido una traición para personas que luego han muerto por ideología. Lo mío fue una cobardía. Un estudiante que se cree maoísta durante un año no transforma al mundo. Pero el malestar de millones de ciudadanos chinos que morían a causa de Mao, pues sí. Es una traición.

¿Qué les dice a quienes siguieron sus postulados? ¿Por qué van a creerle? ¿Cómo sé que dentro de diez años no me dirá lo contrario?

Pues sí, tiene razón. No me crean. La voluntad de creer en alguien para delegarle el peso del pensamiento es un error. Admito cuánto me equivoqué.

Si el Mayo del 68 ha muerto, ¿algún consejo a sus supervivientes para navegar mejor?

Algunos han muerto, otros se han olvidado de las aventuras de juventud. Les diría que no conviertan en fetiche un acontecimiento que en su conjunto fue positivo. Para mí fue una fiesta. Lo que ha ocurrido con Sarkozy es otro Mayo del 68 electoral. Como entonces, ha cambiado la mentalidad de los franceses. Que hayan elegido un presidente hijo de emigrantes, que se ha casado con una divorciada y está corriendo el riesgo de volver a divorciarse. es algo extraordinario. Yo sé que Luis XV tenía muchas amantes y Mitterrand y Chirac. Sin embargo, nunca fue oficial.

Hasta el día del funeral, cuando se sentaban todas juntas en el mismo banco de la iglesia.

Era una situación hipócrita. Ahora, no. Pero no es a Sarkozy a quien admiro, es al elector capaz de votarle, de elegir a alguien que no sea de origen francés desde los últimos trescientos años y tenga una mujer descendiente de Albéniz que además dice, con cierto deseo de provocación, que ella no tiene ni una gota de sangre francesa.

En su libro no explica cuál ha sido la historia de amor de su vida.

En amor, hablar de uno mismo es extremadamente arriesgado. Pero hablar en lugar de los otros ya es abusivo, a menos que seas un grandioso escritor como Proust. Pero, fundamentalmente, es mi mujer.

Siempre hay puntos suspensivos.

Porque no puedo hablar en el lugar de esas mujeres. Pero le diré una cosa: si yo fui a las primeras manifestaciones de Mayo del 68 es porque me lo dijo mi mujer: “O vienes, o nos separamos”. Yo era un intelectual un poco cerrado, ella era más abierta.

El terrorismo, escribe usted, para el gobierno ruso y chino, es “aquel que cuestiona el poder establecido”. Entonces usted es un terrorista de la palabra.

Un periódico muy cercano al gobierno ruso dijo: “Uno de los asesores de Sarkozy es André Glucksmann”. Y añadieron: “Glucksmann es patológicamente enemigo de Rusia”. ¿Porque critico a Putin? Siento un amor loco por la literatura rusa, por su música, por aquellos que resisten como Politovskaia, que era amiga mía. ¿Patológico? Entonces hay que encerrarle. ¡Ese es el método soviético! Le daré otro ejemplo. Un periodista de “Le Monde” le pregunta a Putin: “¿Cree que su acción en Chechenia es dañina para la democracia?”. Y él le contesta: “Si le gustan tanto los musulmanes venga a Moscú, le circuncidaremos”.

¿De napoleonitis cómo vamos?

Para Napoleón, Hitler, Putin, el terrorista es el enemigo del Estado. Para mí, esa es una opinión despótica. Definir a los primeros guerrilleros españoles como terroristas, los campesinos que se resistieron a Hitler, los independentistas... Terrorista es el ser armado que amenaza, intimida o masacra a una población civil desarmada.

¿Por qué no cree que llegue una tercera guerra mundial?

Ni siquiera creo en el choque final entre Oriente y Occidente. Porque las principales víctimas del integrismo islámico no son occidentales, son musulmanes.

¿Las imágenes que ofrecen los periodistas en televisión son nuevas “flores del mal”?

Son imágenes que pueden suscitar una reacción posthistórica, de desesperanza absoluta. Como dijo Baudelaire, "el mundo es una carroña". Pero conozco a periodistas admirables. Un ejemplo. Empieza las masacres que se convertirán en el genocidio de Ruanda. Yo no sé nada, nada, de Ruanda. Miro la televisión un mediodía. Una reportera dice: "Aquí se pide a la gente que enseñen su DNI. Si son tutsis, se les pone a un lado de la carretera y se les mata". Ella dice eso. Eso es Baudelaire. Pero dice algo más: "Yo he podido pasar porque llevo pasaporte francés". Quince años después le di las gracias porque aquello fue una chispa en mi mente: algo no andaba bien en la diplomacia francesa.

Tengo entendido que le obsesionan los últimos segundos de lucidez del moribundo.


Mis fotogramas, antes de morir, aparte del atontamiento que me producirán los fármacos contra el dolor, creo que serán un pensamiento emocionado para los míos. A mi familia, que me ha soportado.

Entrevista de Nuria Escur para La Vanguardia (27/05/2007)

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